Escucha a las piedras, incluso ellas tienen su grano de sabiduría. ¿Cuánta sabiduría tienes tú en cambio? Es un bien bastante escaso en los humanos, la única certeza que tienen es que van a morir.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Se llamaba Ninguno

Llevo tiempo pensándolo, después de todo, quizás no sea tan malo que ahora sea muy difícil encontrar trabajo fijo y que los contratos sean todos eventuales, de esta manera volveríamos a un nomadismo, una duda constante que intenta despejar dónde, cómo, con quién, y cuando dormiremos la siguiente noche. Se acabaría eso del conformismo, no es que el trabajo fijo sea malo, que no lo es, al contrario es muy bueno.
Imagínense a los políticos con contrato eventual, sino lo hace bien dentro de 4 años o antes a buscarse la vida, si en el ayuntamiento te sales te fichan en el gobierno de tu comunidad, cosas así. Ahora piensen con los presentadores de los programas, con los generales, con los periodistas o con los directores. Hubiera sido posible librarse de "Mentiras y gordas".
Claro que con esto que les digo, me cargo la familia, la santa iglesia y otras tantas instituciones de vital importancia para el funcionamiento actual del planeta, pero oiga como va tan mal creo que incluso les hacía un favor, donde se genera comida para 12 mil millones y con 7 mil millones hay gente muriendo de hambre solo dejan una conclusión. Pero esto me vino cuando conocí a un periodista británico dos meses después de morir bajo el fuego del mortero, hoy hay una plaza en honor de aquel periodista gráfico que disparaba desde el objetivo de una cámara, agazapado y oculto cual francotirador, las fotos que revelaba eran una dura crítica para muchos campos: La dureza del ejército gadafista, La mentira de periodistas que hablaban de su vida en Libia a kilómetros de donde él estaba, La fragua de grupos rivales entre los insurgentes, Los ataques de la OTAN y hoy su nombre se sostiene con unos clavos en la esquina de algún edificio libio, alguna plaza donde en el mismo sitio donde cayó crecerán las flores del Mayo de París.
Él era un buen mercenario, alguien capaz de todo dentro del código moral por hacer BIEN su trabajo, él que sabe que algún día iba a salir su número en la tómbola de las balas pérdidas; y justo por eso era de los mejores en lo suyo. Era el perfecto anti héroe, desaseado, con barba de tres días, sin dios ni dueño que lo reclamase, conseguía su dinero de la mejor manera que sabía, siendo un mercenario, trabajando exclusivamente para él, para intentar ver por un segundo algo de verdad y encima servía para aclarar a algunos un poquito más las cosas. Es posible que fuese uno de los últimos, de los que sabe que en las reglas del juego está escrito con sangre el caminar por suelos llenos de cristales y casquillos de balas, los suelos de las guerras de verdad, donde huele a sangre, barro y oportunidades arrebatadas por la envidia, verdadera diosa de la guerra. Es posible que supiera lo que habría de ocurrirle aquel día a él y a su compañero, porque aunque no siempre mueren los dos, siempre hay dos, por lo menos siempre hay dos.
Y digo que es posible que fuese uno de los últimos, porque pocos días después de conocerlo conocí a otro difunto, este con nombre propio y entrada en Wikipedia: Abdul Fatah Younis, ex coronel y número dos del régimen, se unió a los rebeldes, héroe mucho antes de la guerra, fue él quien admitió el apoyo de Libia al IRA y pagó una indemnización a las víctimas. Fue asesinado por un grupo paramilitar rebelde llamado Brigada 17 de Febrero, le sacaron de la zona del combate donde animaba a los rebeldes, ahí donde estaba estos luchaban más duramente, y lo mataron en algún sitio de Libia por envidia.
Qué pasará con Libia es imposible saberlo, pero tanto el primero como el segundo eran honrados mercenarios, anti héroes de película que desaparecen al atardecer para llegar de madrugada en algún otro lugar donde son necesarios. El segundo tenía nombre, el primero es de admirar aún más, se llamaba Ninguno.


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