Escucha a las piedras, incluso ellas tienen su grano de sabiduría. ¿Cuánta sabiduría tienes tú en cambio? Es un bien bastante escaso en los humanos, la única certeza que tienen es que van a morir.

lunes, 16 de enero de 2012

Carta de amor

Carta escrita por Rafael Farfalla a Briony Tallis después de separarse sentimentalmente a principios de los años setenta.

Querida xxxxxx:
Como ves estoy escribiendo una carta al estilo antiguo, un arte que se ha olvidado. Tengo que confesarte una cosa, no me gustabas mucho al principio. Eras bastante torpe e ingenua. Olías bien la mayor parte del tiempo, pero no parecías tener interés en mí. Sé que te escondías del mundo, lo que, naturalmente, me parecía ofensivo. Yo seguí con mi vida, como siempre, empezando una y otra vez con un aspecto que el resto cree que es lamentable y a mí me parece idóneo.
Es curioso, algunas cosas son siempre las mismas. Seguí comportándome como un idiota, sin comprender que hay cosas que cambian en la vida, momentos claves que moldean todo a su parecer. A pesar de que lo sabía te dejé sola contra el mundo, ese sitio tan grande y repugnante donde nos han soltado para jugar a las casitas. Pero algo se transformó en mí, perdóname, aunque sepas que no pido nunca perdón, por no darme cuenta antes cuando todavía estábamos ahí, en el momento clave. ¿Te das cuenta con cuántas conversaciones estúpidas hemos matado el tiempo? Tanto tiempo perdido hablando por la noche, sin darme cuenta de lo evidente. Que me querías.
Y ahí estuvimos, en el momento clave, en el mismo punto por el que pasamos varias veces al día, sé que piensas en ello cuando lo pisamos, porque yo también lo hago y veo como me miras para ver si hago algún gesto. Yo hago lo mismo. Proseguimos nuestro camino ahora, pero, ¿lo haremos en el futuro? ¿Hablaremos con la misma periodicidad, con la misma sinceridad?

Quererte ha sido lo más bonito, profundo, simple, intenso, repugnante y doloroso de mi vida. De hecho ha sido casi insoportable. Merecía la pena. No sé lo que fui para ti, pero juré que iba a protegerte de este mundo sin darme cuenta de que yo era el primero que te heriría. Sin darme cuenta de que sería el que más daño te haría. Cuando pienso en todas las cosas que me has dicho, en todas nuestras confidencias, no logro quitarme de la cabeza si realmente han sido sólo nuestras. Quizá se lo has contado a más gente, esa canción que bailas cuando crees que nadie te ve, ese chico del instituto que tanto te gustaba al que conociste poco después para volver a casa riéndote de lo tonta que fuiste. Tú plato favorito en los momentos malos, mierda, he puesto plato y es un helado, cosas del antiguo estilo. No pienso borrarlo, tan solo de pensar que tienes que leer de mi letra es suficiente. ¿Dónde?, ah, por los insultos que más repetías los días que tenías la regla y yo te preguntaba como un imbécil que te pasaba. Todos los meses tan descuidado. La vez que lloraste a moco tendido en mi pecho, ¿esa vez fue sólo nuestra? Cuando me contaste las razones por las que sufrías, los problemas que destrozaban tu mundo, los cuales eran inevitables. Esos momentos en los que no dormías y te pegabas media noche mirándome, pensando que despertaría yo. Esos momentos en los que yo fingía dormir hasta que te abrazabas fuertemente con temor a que el tiempo se escapase. Yo era parte de ese mundo, un pilar de mármol rodeado de sus propias mierdas al que ibas para reconfortarte. Me lo pasaba bien, incluso en los días que me hacías sentir un bártulo inútil y yo no encontraba las palabras necesarias para hacerte sentir bien. Tan solo estaba ahí, inmóvil como una torre.

Cuando camino hacia adelante se me parte el corazón. No logro comprender como puedes hablar de mí con orgullo. ¿Cómo podrías hacerlo? Soy algo horrible. Noble en la teoría, débil en la práctica. Todo se está volviendo oscuro para mí, veo cada vez menos y tengo más fatiga. Quiero descansar de una vez y no tener que levantarme preocupado. Preocupado por mí, solo me importo a mi mismo, no me importa nada o me importa todo.
Es gracioso porque vuelvo a atravesar los problemas de la adolescencia, no sé como nombrarme. He de confesar, contigo ambos eramos unos adolescentes, unos niños en cuerpos de adultos, no queríamos responsabilidades, pero nuestro momento era lo más responsable que hemos exprimido en nuestras vidas. Hemos sido dos guerreros, luchando espalda con espalda, y me alegro que le tirarás el vaso a ese baboso pseudosentimentalista. Me alegra haberte hecho gritar tanto tiempo y que me golpearas, no me arrepiento de nada. Salvo de seguir adelante.
Tengo tantas conversaciones nuestras recogidas. Entenderé que no veas esta carta, es posible que no te la mande. Si la estás leyendo no te molestes. Mi antiguo yo era capaz de enviarla. Perdería la única copia, y ya me vale con perder tus recuerdos, formaban la mitad de mí. Me alegro de no ser mi antiguo yo. He cambiado mucho, los dos.
Desde que te conozco la mitad del tiempo he estado con esa gran y bobalicona sonrisa presidiendo mi gran, bobalicona y fea cara. Lamento ser como soy o no haber estado a la altura de las circunstancias. Para mí el tiempo se detiene en una de nuestra conversaciones. Y es algo perfecto, con todas tus excentricidades y manías. ¿Nos amamos locamente? ¿Nos amabamos? Ya solo queda la luz de una vela, se está haciendo tarde y mandará la oscuridad. Fue un placer compartir la conversación y los silencios.
Caprichosamente tuyo
Rafeal Farfalla.

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