Era una tarde de verano, la ventana estaba abierta y como llega el aire llegó un pequeño pajarillo al alfeizar. En la habitación estaba una jaula en donde habitaba otro pequeño pajarillo sin la oportunidad de poder batir sus alas. Uno no conocía la libertad del mundo, la fuerza del viento, el goce de batir las alas y volar, alejarse de los problemas y sobrevivir. El otro no conocía la tranquilidad del hogar, el ritmo de la vida hogareña, la verdadera libertad, no conocía el vivir el día a día como si no hubiera otro.
El pajarillo que venía de fuera se acercó y fijamente se miraron el uno al otro. Ambos eran iguales, únicamente les separaba unos finos barrotes. Durante un momento se miraron y después de ese momento el pajarillo que había entrado por la ventana habló:
-Pájaro de la jaula, sal de ahí y vente conmigo a volar, viviremos felices sin un momento que desperdiciar.
-Pájaro del viento, entra en la jaula y acércate a mí, juntos la llama de nuestras vidas no se apagará, olvídate del frío y peligroso aire y preocúpate también por ti. Ambos pajarillos estaban opuestos uno al otro en cuanto al futuro de sus frágiles vidas y no cambiarían de opinión. Estúpidas sus mentes son, si supieran que eso se llama amor…
-Pájaro del viento, tú hogar es un sitio peligroso, vuelan halcones y aviones contigo, entra conmigo y descubre el calor.
-Pájaro de la jaula, tu hogar esta vallado, no eres libre, el tiempo pasará y no habrás encontrado el goce de vivir.
El pájaro del viento se acercó aún más a la jaula y comenzó a darle picotazos a la cerradura. Mientras el pájaro del viento golpeaba sin cesar a la cerradura el pájaro de la jaula le instaba a dejarlo en paz. Poco a poco el pico del pájaro del viento comenzó a sangrar, los golpes que daban eran muy fuertes mas a pesar del derramamiento de su sangre cada golpe que daba era aún más fuerte que el anterior. Finalmente la cerradura con un ruido seco cedió y la puerta lentamente se abrió.
-Pájaro de la jaula, ya no tienes excusas, juntos podremos volar hacia los rayos del sol, no te amargues más.
-Pájaro del viento, no conoces la vida, he visto a muchos pájaros, márchate, ayer vino otro pajarillo y hoy estoy esperándolo para verlo, no me pidas que vuele contigo.El pájaro del viento agachó el pico, y brincó hacia la ventana, quería huir, le oprimía el pecho, no había sido casualidad la venida hacia esa habitación y no se rendiría tan fácilmente.
- Pájaro de la jaula, no puedo decirte porque habrías de saltar al vacío por alguien como yo, no sé lo que hay entre nosotros – la voz se le quebraba porque le entraba la sangre por el pico y le bajaba hasta los pulmones – puede que este sea el momento que lo cambia todo, únete a mí y comparte tus alas con las mías – el pájaro de la jaula no habló, y el pájaro del viento alzó sus alas y se fue.
Al poco rato por la ventana entró otro pájaro con aires de altanería y le dijo al pájaro de la jaula que salieran a volar, el pájaro de la jaula acariciaba con su pico a el pájaro venidero, después las caricias se repartieron y cuando parecía que iba a salir se quedó en la jaula. El pájaro de la jaula era totalmente independiente, no necesitaba de la vida de otro, por esto, solo salieron un par de alas por la ventana.
El pájaro del viento voló muy lejos para calmarse. Tenía hambre y intentó cazar, pero tenía el pico fisurado y los gusanos se escapaban la mayoría de las veces. En pocos días perdió muchas fuerzas, apenas podía volar. Una tarde con el viento en contra, cerca del mar le atacó por detrás un halcón. El pájaro de viento comenzó a hacer sus giros y cabriolas que le habían servido para salir de estos apuros todas las veces anteriores, pero aún no había cicatrizado del todo la herida del pico y el halcón volaba con fuerza detrás de él. Le intentó agarrar con las patas pero el pájaro se detuvo y el golpe solo le hizo volver a sangrar la herida sin curar de la lucha con la cerradura de la jaula.
La sangre le resbalaba y se le metía por los ojos, primero fue un picor, más tarde fue una mancha en el ojo que le impedía ver y finalmente la sangre, la sangre derramada por abrir una cerradura le cegó. El halcón le intento atacar desde abajo y el pájaro esquivó de nuevo el golpe, este es un mundo con vueltas y recovecos en el que los segundos pasan dejando atrás los momentos de cambiarlo todo y ese momento pasó hace mucho tiempo. Al siguiente golpe el pájaro del viento fue atrapado, las garras del animal le traspasaron su diminuto corazón y todo sufrimiento se perdió, todo posible dolor fue aplazado, las horas de vuelo, los sentimientos causados por la fuerza del viento y el batir de las alas se perdieron, como las nubes que se pierden en la inmensidad del cielo.
Pasaron muchas lunas y muchos soles se marcharon de la jaula. El pájaro de la jaula intentó ser feliz, pero nunca pudo serlo. Pasaron muchos pájaros, algunos marcharon, otros se quedaron pero no pudo ser feliz, porque la felicidad se había escurrido una mañana en las garras de un halcón. Siempre, tarde o temprano, recordaba aquel pajarillo que le fue a visitar aquella tarde de verano y dejo marchar. Un día por la noche se acercó una sombra tras el pestillo de la puerta, enseguida el pajarillo notó el frío que la acechaba.
La sombra era oscura, sin embargo, se volvió blanquecina en el fondo. Unos dedos gélidos se acercaron si llegar a acariciar al pájaro de la jaula, de improvisto escuchó una voz:
-Pájaro de la jaula, tus barrotes no te protegerán de mí, sal de tu prisión y marcha conmigo allá donde empieza el reino del mar. Marcha conmigo porque pudiste y no quisiste amar.
El pájaro de la jaula comenzó a piar, de sus ojos brotaban lágrimas de piedad. Fue miedo del que dirán el que no quiso amar, fue miedo de volar y desplegar las alas, miedo de decirle que juntos podrían descansar dentro por las noches, que juntos ante el frío se podrían arropar. El momento que pudo cambiarlo todo se había esfumado y se había perdido como lágrimas en la lluvia, era hora de partir, allá donde empieza el reino del mar. La sombra cruzó los barrotes sin sangrar, sin problemas rodeó al pajarillo que tiritaba de frío y volvió a hablar:
-Pájaro de la jaula, solo una vez se puede batir las alas, sabes mejor que yo, que solo calan hasta los huesos los momentos donde dejas a alguien escapar, el pájaro del viento murió cazado por un halcón sobre las estelas del mar.
El pájaro de la jaula pensó en lo grande que era el mundo, en el momento de saltar al vacío a pesar de lo que dirían el resto de animales, los hombres o las rosas rojas, reinas del resto de las flores y guardianes de imposibles amores. La puerta seguía abierta, no la había arreglado desde que el pájaro del viento la abrió con su pico. De improvisto comenzó a volar y escapó de la jaula, pero no estaba acostumbrado a usar las alas y los músculos le fallaban, al salir de la ventana la sombra blanca le tocó suavemente y el pájaro de la jaula cayó. Antes de llegar al suelo su llama se apagó, todo hubiese sido distinto si hubiera sabido hablar aquella tarde de verano, porque nacemos solos, pero podemos vivir juntos. Debemos amar, sin eso ya no se podría decir que hemos nacido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario