Jóvenes periodistas os aprecio, de verdad.
Os aprecio porque no os merecéis lo que dicen de vosotros los graduandos de otras carreras cuando se refieren a la vuestra como un pinta y colorea. Os aprecio porque sé que al salir os encontráis en tierra hostil en un entorno no ya sólo complicado para llevar una vida sino difícil para entrar. Os apreció porque sé de buena mano que se siente al verte ninguneado constantemente; yo, un gestor de cuentacuentos o dicho de forma profesional, productor; ridiculizados en exceso. Os aprecio porque tenéis que lidiar con eso día a día sin descanso y posiblemente no lo merezcáis.
Sin embargo, así es lo más crudo del crudo invierno. Si acabas de salir de la facultad o lo has hecho hace poco jamás vayas a lo fácil. Te hiciste periodista para contar noticias, las necesarias y las que algunos no quieren que los ciudadanos sepamos. Te hiciste periodista para mejorar la vida de tus conciudadanos. Te hiciste periodista a pesar de que tu trabajo vaya a complicarte la vida. Te hiciste periodista no para pisar a las cucarachas sino para encender la luz y que veamos como escapan a la oscuridad, para reconocerlas. No escojas el camino fácil. Comprendo lo demoledor que es tener prácticas donde trabajas 6 días a la semana más de 10 horas por un salario irrisorio. Aún así os envidio. Os envidio porque como miembro del mismo gremio, el de cuentacuentos, los vuestros la mayoría de las veces son reales en contraposición a los de la ficción cuya mejor meta es que sean verosímiles. Profundizáis en este mundo como los buceadores que encuentran nuevas especies de algas y corales. Es una acción hermosa per se. Debéis seguir luchando sin pisar el camino fácil.
Tarea ardua, lo sé. Tarea titánica, tarea dramática, desenlace trágico la cantidad de NO que se escuchan cuando rechazan publicar lo que escribes. Tarea atroz la de no tener horarios. Lo es tener que retrasar cenas, quedadas o aniversarios. Pero más difícil es no convertirse, con el paso del tiempo, en las personas, cobardes, que dicen que no. El no absurdo, el no sin sentido, el no del que sólo envida con pareja de reyes. Aquello que impide que este país avance a pesar del gran potencial que tiene. Que las canas os lleguen por vejez en vez de por estas desgracias.
¿Os preguntaréis por qué tanto aprecio repentino? Bueno, han pasado los Juegos Olímpicos y digamos que esté verano entre Eurocopa, San Fermines y Juegos no habéis estado atinados. Muchos de vuestros titulares en lugar de dar noticia iban a crear conflicto. Parece que hay que meter bulla para vender y todos sabemos que no es así. El griterío es el camino fácil. Como compañero de gremio me he sentido decepcionado por la posibilidad perdida. Algunos, grupos salvajes con patentes de corso no habéis caído en la trampa. Otros lleváis ese mal tránsito que sólo nos llevará al mismo espejo en el que estamos ahora pero con más canas. Ya es sabido por todos los titulares o entrevistas sobre las deportistas españolas tan desafortunados.
Si habéis terminado hace poco la carrera o si os queda poco, sois privilegiados. Estamos en tiempo de crisis y eso significa en tiempo de cambiar las cosas. A mejor. De una vez. En este país. De sumar y multiplicar en lugar de restar. De pensar en qué puede aportar uno al proyecto en lugar de qué puede aportar el proyecto a uno. De dar oportunidades a los compañeros que no las han tenido todavía. De luchar contra la injusticia como Quijotes. Porque de eso tratan los trabajos de comunicación. De equilibrar los desmanes de los otros tres poderes, de crear personajes que aún vacíos, rotos y sin esperanza luchan por encima de sus posibilidades. Estoy convencido de qué conoces mejor que yo la trayectoria de mi paisano Fernando Múgica que se fue de Pamplona con una mochila llena de, cámaras, libros y una ciudad en el corazón. Creo que es un buen ejemplo del periodismo que debe imponerse por encima del que hemos visto durante este verano. Aunque ahora duden; las palabras pueden cambiar el mundo. La realidad está formada por palabras, quien domina las palabras domina lo tangible del mundo. Por eso os escribo, porque merece la pena detenerse y analizar la situación. A quienes quieran cambiar la situación les espero en la isla de Mompracem y ya saben lo que dicen de esos isleños; cien de ellos valen por mil.