Probablemente se le recordará
en los libros de Literatura
por su valor, sencillez y bondad,
por su estilo y su finura.
Rural eterno vallisoletano,
universal cual yelmo de Mambrino
le negaron el premio Nóbel, pero
nunca te quitaron El camino,
y cuando sale de casa,
Mario se olvida del destino.
Un libro, un perro labrador,
su Angelines, un poco de atino
y acompañando a su vocablo
nos lecciona con el uso del supino.
Vida, corazón, tinta y papel
para el que no escribió poesía,
tanto odiaba la vanidad
que agonizó en voz baja por cortesía.
La hoja roja, Las ratas, El hereje
narran una vida bien vivida,
España que llora y no se olvida
del Azarías: ¡Milana bonita!
Que nazca otro geni ya,
otro guardián de la vieja Castilla.
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